El acceso universal al agua potable y al saneamiento es un objetivo estrechamente ligado a la consecución de todos los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Nuestras necesidades más básicas dependen de ella: la alimentación, la inmunidad a ciertas enfermedades, el desarrollo económico y social, el equilibrio medioambiental, incluso nuestra cultura. Sin agua es imposible alimentar a 1.200 millones de personas que padecen hambre; llevar energía doméstica a los 2.000 millones de personas que carecen de ella y evitar que un millón de personas mueran a casusa de la malaria. Alcanzar la meta fijada de reducir a la mitad para el año 2015 el porcentaje de personas con acceso sostenible al agua y a unos servicios básicos de saneamiento permitiría evitar cerca de 500.000 muertes al año.
Aprovechando la presidencia española de la Unión Europea, la Coordinadora española de ONGD ha pedido al Gobierno de España:
• Reiterar la necesidad de reconocer el acceso al agua y saneamiento como un derecho humano y que la UE deje de considerar los servicios asociados como un recurso económico, sujeto a normas de mercado.
• Que la UE apoye las iniciativas de Naciones Unidas relacionadas con el derecho humano al agua y saneamiento.
• Que la UE establezca una estrategia conjunta para la gestión pública eficiente, transparente y participativa de los recursos hídricos, como derecho humano.
El problema de gestión: la escasez
Uno de los principales problemas radica en el que el agua dulce es un recurso finito y vulnerable. El aumento de la población, su derroche por parte de la industria y la agricultura, la contaminación y el cambio climático vienen a agravar la crisis del agua.
Los hidrólogos evalúan la escasez a través del binomio población-agua, fijando el umbral nacional apto para satisfacer las necesidades de agua en todos los usos y sectores en 1.700 metros cúbicos por persona. Si no alcanza los 1.000 metros cúbicos hablamos de estrés hídrico y por debajo de los 500 de escasez absoluta.
De ahí la urgencia de una gobernabilidad del agua organizada y coherente. Porque una de las principales claves es que la insuficiencia de agua se debe a un ineficiente reparto de los recursos y al ineficiente suministro de servicios, agravado por la mala gestión, la falta de instituciones y de inversiones bien orientadas.