
Cada vez que miraba hacia abajo sentía miedo y cuando miraba hacia arriba pensaba, no tendremos que subir hasta ahí!! Pero sí, había que subir hasta allí y otra docena de veces más. Aunque el conductor era muy experto, no se pueden imaginar los botes del coche y siempre al borde del precipicio! A 4.800 metros de altitud hemos llegado, y desde allí, hemos visto volar a los cóndores.
Lo que me encoge, más que el precipicio, son los campesinos por el camino, con sandalias, mal abrigados y con grandes fardos a la espalda. Hacen caminatas de 10 horas para llegar a los lugares más cercanos. Allí, en medio de la nada, ni un árbol, ni una planta. Es el medio más hostil que se pueda imaginar, un auténtico desierto. ¿Cómo es posible vivir aquí?... o mejor dicho, sobrevivir.