Del 16 al 18 de noviembre se celebró en Roma la III Cumbre Mundial de Seguridad Alimentaria, marcada por la ausencia de los líderes de las principales economías del mundo y en la que se ha puesto de manifiesto el fracaso en la consecución de los objetivos propuestos en reuniones anteriores, de reducir a la mitad las personas que padecen hambre para el año 2015. Según Naciones Unidas, cada día 17.000 niños y niñas mueren por causas derivadas del hambre, alcanzando en el 2009 1.020 millones de personas que se enfrentan a tan extrema situación.
Se estima que hacen falta alrededor de 40.000 millones de dólares al año para cubrir las necesidades de la agricultura y comenzar a hablar de posibilidades de acabar con el hambre en el mundo. Sin embargo, la declaración final de la Cumbre vuelve a dejar en el aire los compromisos concretos y medibles, al igual que tampoco se ha determinado cómo y cuándo se canalizará el dinero.
Sin embargo, sí podemos sacar algo en claro de esta III Cumbre. En la Declaración Final se recoge el compromiso de reformar en profundidad el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial, en el que a partir de ahora se incluirá la participación de la sociedad civil. La reorganización de este comité permitirá reunir en torno a una misma mesa y con derecho a voto a todos los países miembros de la ONU, a las agencias dedicadas a la agricultura y la alimentación y a los delegados de las organizaciones de productores y de la sociedad civil
El Foro Paralelo de Sociedad Civil señaló que “la Soberanía Alimentaria es la solución real a la tragedia del hambre en nuestro mundo” y que “implica transformar el sistema alimentario actual para asegurar que quienes producen los alimentos tengan un acceso equitativo al control sobre la tierra, el agua, las semillas, la pesca y la biodiversidad agrícola”.
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